Intensas precipitaciones y granizos contribuyeron a disminuir la escasez hídrica que afecta a gran parte del país. 

Un particular otoño se ha dejado sentir en las regiones de Ñuble y Biobío, que pasó de temperaturas de verano a la presencia de las tradicionales lluvias de abril, acompañadas de dos episodios de granizo, tormentas eléctricas y amenaza de tornado.

En este escenario, el investigador en agroclimatología de INIA Quilamapu, Raúl Orrego, indicó que la última semana de abril “nos sorprendió con dos eventos meteorológicos de características muy similares a las de un tornado de baja intensidad, que afectó las localidades de Renaico en el límite entre la región de la Araucanía y Biobío, y en la zona de San Nicolás en el centro norte de la Región de Ñuble. Ambas situaciones estuvieron acompañadas por tormentas eléctricas y granizadas bastante intensas, típicas de estos eventos”.

El especialista agregó que ambos fenómenos, estuvieron precedidos por una alerta amarilla emanada desde la Dirección Meteorológica de Chile, lo que “habla bastante bien del sistema de pronósticos de esta institución, dado el poco historial recopilado que se tiene de estos eventos, y de la falta de instrumentos que ayudan mucho para su monitoreo como los radares meteorológicos”.

Raúl Orrego, investigador en agrometeorología de INIA Quilamapu.

El investigador de INIA Quilamapu explicó que “lo visto (formación de tornados) no es una tendencia esperable para el año. De hecho, el enfriamiento que se está observando en la temperatura del mar (que alcanzaría su máximo hacia fin de año) debiera dificultar que este tipo de eventos ocurra”. En todo caso, agregó que la eventual ocurrencia de tornados tiene mayor posibilidad de ocurrencia durante el otoño, época en la que existe mayor probabilidad de mezcla de masas de aire frío y caliente que constituyen el origen físico del fenómeno.

“Independiente de ello, estos fenómenos están asociadas a condiciones muy particulares, como las que se dieron en ambos casos, con un núcleo de bajas presiones muy cercano al continente, y muy corrido hacia el norte, respecto de su posición normal”. Orrego, recalcó que es muy poco probable que estos episodios se repitan, por lo que hizo un llamado a la calma, pero siempre a estar atentos a los sistemas de pronóstico.

Tendencia a la normalidad de lluvias

En las regiones de Ñuble y Biobío, según datos proporcionados por el portal Agromet de INIA, las precipitaciones de abril han tendido a la normalidad, alcanzando 79,6 mm en las inmediaciones de Chillán (sector Cato); 7,5 mm en Portezuelo; 28 mm en Nueva Aldea; 48,4 en Yungay; y 75 mm en El Carmen. En la región del Biobío, en tanto, las precipitaciones de abril alcanzan 58,8 mm en Carriel Sur; 76,4 en Chiguayante; 54,9 mm en Los Ángeles (camino a Antuco); y 78,9 mm en Lebu. “Pese a ello, estos valores siguen estando ligeramente bajo la media histórica y no revierten la condición un poco más seca de lo normal que viene arrastrándose del año pasado” sostiene el investigador en agroclimatología, Raúl Orrego, quien añade que “la Dirección Meteorológica de Chile pronostica un otoño ligeramente más seco de lo normal, por lo que se insta a ser cuidadosos con el uso del agua”.

Efectos en la agricultura

Frecuentemente el granizo genera gran temor en los agricultores, por el daño mecánico que genera en los cultivos. Sin embargo, al estar prácticamente concluida el periodo de cosechas, los temores casi no se han presentado. La excepción se presenta en manzanos, en especial con la variedad Pink Lady, cuya cosecha más tardía ocurre precisamente en abril, sostiene el investigador de INIA Quilamapu, especialista en frutales, Pablo Grau. “Es la que corre mayor riesgo, aunque para producir daño en la fruta, los granizos debieran ser más grandes que los caídos recientemente”.

Desde el punto de vista de las enfermedades en huertos frutales, el investigador fitopatólogo de INIA Quilamapu Andrés France, indicó que el inicio de las lluvias de otoño marca la liberación de los inóculos de hongos que afectan la madera. Por ello, los dos o tres días posteriores a una lluvia, no son el mejor momento para efectuar podas, ya que las esporas de los hongos utilizan los cortes de las podas para ingresar a plantas y árboles, iniciando una enfermedad. Explicó que los dos a tres días que siguen a la lluvia, pueden ser aprovechados para hacer aplicación de productos destinados a eliminar esporas y, así, prevenir las enfermedades fungosas y bacterianas que podrían manifestarse recién en la primavera.

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